Con una capacidad de almacenamiento bastante más limitada que un CD convencional, los discos de vinilo resurgían hace años argumentando ventajas a veces un tanto esotéricas pero que han calado en una gran parte del sector audiófilo. Para empezar, cualquier "experto" en el tema nos dirá que un vinilo o un magnetófono de bobina, a diferencia de un CD, "registra absolutamente toda la información sonora del acontecimiento musical", con todos sus armónicos y altas frecuencias, mientras que un CD pierde parte de esta información debido al muestreo digital.
Esta afirmación es completamente falsa, ya que el Teorema de muestreo de Nyquist-Shannon demuestra que es matemáticamente posible la reconstrucción exacta de una señal periódica continua en banda base a partir de sus muestras, si la señal está limitada en banda y la tasa de muestreo es superior al doble de su ancho de banda.
Es cierto que la calidad sonora obtenida depende de esa banda limitada, es decir, del ancho de banda escogido como fuente de sonido, que en el caso del CD fue de 44,1 KHz para poder almacenar toda la información musical hasta 22 KHz, frecuencia superior al máximo audible del ser humano (nuestro rango de audición va de 20 Hz a 20 KHz), por lo que no hay pérdida de información sonora. También depende del posterior proceso de cuantificación, que en el CD se realiza con 16 bits de resolución (y en otros formatos más modernos con 24 bits), más que suficiente para que nos sea imposible distinguir imperfecciones en el sonido.
El CD se caracteriza además, por ausencia de ruido de fondo, por tener una mejor relación señal/ruido (diferencia entre la información musical y el ruido), una mejor separación entre canales con una imagen estereofónica más amplia y definida y una distorsión inferior debido a la menor necesidad de amplificar la débil señal que era posible extraer de los discos de vinilo o incluso de los magnetófonos de menor calidad.
También ofrecen un rango dinámico mayor que el de los discos de vinilo y los magnetófonos, es decir, una mayor diferencia entre los sonidos más suaves y los más fuertes que es capaz de almacenar y posteriormente reproducir, aunque este punto no se considera siempre como una ventaja, sino como un inconveniente.
Hay que tener en cuenta que en un formato digital con un mayor rango dinámico, mejor relación señal a ruido, sin distorsión ni ruidos analógicos (siseos, clicks, etc.) es posible replicar el efecto de un formato analógico, añadiendo en producción ese rango dinámico comprimido o esos armónicos que tanto gustan, pero en un vinilo o una cinta no es posible replicar las características de limpieza y fidelidad de un formato digital (ni el resto de ventajas como durabilidad, posibilidad de replicación, etc.)
Ante todo, no me entiendan mal. Lo que hay en estas líneas son argumentos técnicos sobre calidad y fidelidad sonora que podemos poner sobre el papel para comparar cada uno de los formatos y plataformas de reproducción musical. Pero esto no quiere decir que necesariamente seamos menos listos o nos dejemos llevar por las modas al escoger cualquiera de los anteriores sistemas.
Lo que debe primar es nuestro gusto y nuestra sensibilidad auditiva. Si preferimos esas cálidas distorsiones de la cinta frente al frío sonido del CD, el volumen más fuerte de un vinilo frente a un CD con mayor rango dinámico o ese siseo de fondo de la cinta frente al silencioso SACD no hay nada de malo en ello. Nuestra forma de percibir la música es personal e intransferible y depende de nuestra experiencia pasada, de cómo nos iniciásemos en el mundillo y de cuáles fueron nuestros primeros dispositivos de sonido.
( Paco Rodriguez)
Y para finalizar las geniales palabras de Marco Aurelio denegri